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El cuidado del rostro, mantener su armonía y combatir las arrugas, son algunas de las principales preocupaciones de los pacientes que acuden a la consulta de Medicina Estética.

Hay que tener una visión de conjunto y pensar cómo evolucionará nuestro rostro con los años.

La forma del rostro de una persona joven suele ser más trapezoidal, más ancha en la zona de los pómulos y más fina en la mandíbula. Con el paso del tiempo esta relación va cambiando y se hace más cuadrada. Las líneas curvas van desapareciendo y llegan los surcos y las arrugas.

Las primeras arrugas aparecen hacia los 30 años, las “patas de gallo” alrededor de los ojos; hacia los 50 años ya están presentes los “surcos nasogenianos” (entre las aletas de la nariz y la boca) y “las de marioneta” (en la comisura de la boca). Y a partir de los 60, se instala el “código de barras” (en el labio superior).

Para su tratamiento, debemos diferenciar las arrugas dinámicas,  que se producen debido a la contracción muscular y son responsables de la mímica facial, de las arrugas estáticas, que son las que se producen como consecuencia del efecto del envejecimiento y la flacidez en el rostro.

Para conseguir relajar los músculos de la mímica y así borrar las arrugas de expresión, se utilizan las inyecciones de toxina botulínica.

Y para la corrección de los surcos y arrugas que no dependen de la mímica facial se aplican diferentes sustancias de relleno de Ácido hialurónico sólo, o con asociación con otros materiales como la hidroxiapatita cálcica,…

Como el rostro va cambiando con los años, resulta conveniente utilizar implantes biodegradables (duración hasta 18 meses) e ir realizando pequeños retoques para ir adaptándose a los cambios faciales que aparecen con el tiempo.